jueves, 25 de diciembre de 2014

Loa a mi cuerpo

Me hago una alabanza
de desesperanza,
con la certeza de saber
que tras la muerte no hay nada.
Me rindo a mi cuerpo,
contenedor inerte
de una vida sin suerte
que acabará en la muerte.

En una crisis de identidad,
y para saber quién era,
a mi cuerpo puse marca
llenándolo de barreras.
Como una celda enjaulada,
prisión de números y letras,
me aseguré de que soy nadie,
y no hacen falta etiquetas.

Escarmentado de la traición,
y con una daga en la mano,
atravesé mi corazón,
negro y blanco, envenenado.
Con dos reptiles engarzados,
que no caerán de por vida,
y que caiga la piel a tiras,
que mi cuerpo está curado.

Pensando en el azar,
con la mano de lanzarlos,
grabé con sangre y con fuego
en mi brazo un par de dados.
Que no es que crea en la suerte,
sino fiel al devenir.
Que en esta vida todo puede pasar,
y a veces, todo puede ocurrir.

Y sigo dejando mi sangre
Por ahí tirada,
Como si no me importara.
Y no me importa:
Nadie, nunca, NADA.

Invitado de la muerte
A un gran baile.
Invitado sin suerte,
Intentando ser alguien:
Nunca, nada, NADIE.

Me conduce derecho
Hacia la tumba.
Por mil manos cavada
Para cuando mi cuerpo sucumba:
Nada, nadie, NUNCA.

Con aquella que me parió
y mi mejor amiga, mi hermana,
en infinito nos convertimos
una fría mañana. 

Y una leyenda que durará eternamente.
Porque Ohana significa familia
y familia, que estaremos juntos siempre.

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