miércoles, 26 de diciembre de 2012

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

Por primera vez desde que el Señor Trovador, y un servidor, Don Nadie, iniciamos esta pequeña aventura, nos decidimos a escribir algo a medias. Este es el resultado, que esperamos de vuestro agrado. Y ante todo, y de parte de los dos, muchas gracias por prestarnos ese segundo de atención que todo poeta necesita.



Vestida va de blanco,
Se dirige hacia el altar.
Acaba de salir de casa
Para su destino atar.
Allá le espera su amado
Eternamente enamorado,
El día más feliz de sus vidas,
Que en sangre acabará manchado.

Hoy relucen crisálidas de rayos
Pululando entre el devenir
De los translúcidos latidos claros
Que no habrán de encontrar fin,
Pues aunque el destino sea aciago
Y las torres se muestren torvas
No harán sombra a los enamorados
Que hoy enfrente de sí se apostan.

Años ha que se conocieron:
ella, sentada en una fuente;
él, temblando de miedo.
Una mirada bastó para conectarlos,
un segundo para amarse,
y un beso para sellarlo.
Hasta que la muerte nos separe, pensaron,
y la muerte comenzó el acecho.

Y de ella surgieron los tambores,
las notas sonadas antes de la batalla,
pues a su puerta llamaban sus temores
los miedos, las sombras, las lágrimas…
Y armados con el valor de quien se ve morir
supieron que ahora o nunca debían hacerlo
pues la parca le llevaría y sin huir
decidió que ésta pagara un precio.
Y en un rezo a ningún dios le dijo:
“Me llevarás donde no pueda volver
al lugar donde congregas tus almas,
pero no mandarás lacayo ni corcel,
tendrás que ser tú quien me parta”.

La peste de nuestro siglo era llamada,
Signo zodiacal maldito.
El cáncer, el gran enemigo
Que a nuestro amigo llevarse quiso.
Años en un hospital postrado
Viéndose consumir con su amada al lado;
Llanto, llanto, y más llanto,
Pero las fuerzas no le abandonaron.
“Saldré de aquí y nos casaremos,
Y si la muerte quiere, en nuestro altar,
Habrá de luchar para separarnos.”

Y así fue como delimitaron
la delgada frontera del amor,
enfrentados a los halagos
de quien inspira el sumo terror:
Ella, la muerte, su dama;
ella, su esposa, su amor,
decidieron unir sus almas
bajo el yugo de la expiración.

Veinte pasos contados
Para llegar hasta el altar.
Una nerviosa mirada,
La primera lágrima asoma ya.
-“Te tomo como mi esposo”
La muerte se empieza a impacientar:
Él nota una mano sobre el hombro
La parca se lo quiere llevar.
-“Te tomo como mi esposa,
Hasta que la muerte nos separe”
-“Nunca nos separará”

Y la muerte se llevó de la mano
dos almas teniendo prescrita una,
la de él ya era algo pactado,
mas la de ella su voluntad más pura.
Así fue como un cuchillo
asomó el filo por su garganta
delante de cientos de gritos
que vieron a la mujer apagada…
y entre sangre algunas últimas palabras:
“No te irás solo, pues la muerte no es nadie
para separarnos. No te irás solo… yo te acompaño”.

Y así es como el amor decidió no romperse.
Como el destino no pudo evitarse.
Cientos de voces gritaron,
Pero en sus caras la sonrisa prevalece.
Pese a lo prometido,
Ni la muerte pudo separarlos.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Rosa sin espinas



Te toco, pero no me pinchas.
¿Cómo puedes ser
Una rosa sin espinas?
Quise contenerte
Pero eres flor salvaje,
Quise ponerte en un jarrón,
Pero eres indomable.
Me robaste el corazón
Para que oliera a primavera,
El abono soy yo,
Y tú, la mejor de las quimeras.

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